lunes, 21 de septiembre de 2015

LA BARBARIE EVALUACIONISTA

Un gobierno que ha llevado al país al desastre que hoy vivimos, en medio de las tormentas mundiales que estaban previstas y no supo o no le convino prever, pretende ahora tenazmente implantar en el terreno educativo, semilla y raíz de esta nación desde antes de que su nombre fuera México, las normas bárbaras de la evaluación según criterios ajenos a la enseñanza y afines a las lógicas entrelazadas del dinero y el poder. La tentativa de implantar en la enseñanza primaria el sistema de control denominado “evaluación” es en realidad un terreno de prueba amplio, tanto desde su dimensión cuantitativa como desde su profundidad en la vida social, para extender e imponer esta forma de control, regimentación, disciplinamiento y subordinación sobre los cuerpos y las mentes de mexicanas y mexicanos también en la función pública, en la empresa privada y en la educación superior. Las campañas de prensa escrita, radial y televisiva contra los maestros que defienden sus derechos y la dignidad de su profesión sobrepasan los límites de la indecencia y la ignorancia. Sería estéril dejarse arrastrar a ese terreno de la vociferación, la calumnia y la amenaza moral y física directa que todos en México vivimos, excepto –tal vez- los muy ricos o los muy poderosos. En este clima se gesta y se prepara una ofensiva de contenidos similares contra la educación superior, para “normalizar” sus programas de estudio e investigación, sus conductas, sus normas internas y sus autoridades. De este tamaño es el desafío en el período escolar que ha dado inicio en estos días. § La evaluación universal según las normas y las costumbres del mundo de las finanzas ha sido ya denunciada y es resistida en forma organizada o espontánea en diversas naciones y sociedades, conforme a las experiencias anteriores de organización y vida social de cada una y de los mundos del trabajo y la cultura en cada caso. Tan temprano como diciembre de 2008, surgió en Francia un grupo organizado, El llamado de los llamados (L’Appel des Appels), que convocó a resistir esta ofensiva contra el trabajo humano. Así se definió: “Nosotros, profesionales de la salud, del trabajo social, de la educación, de la justicia, de la información y de la cultura, llamamos la atención de los poderes públicos y de la opinión sobre las desastrosas consecuencias sociales de las Reformas implantadas apresuradamente en estos últimos tiempos […] “El poder deshace y recompone nuestros oficios y nuestras misiones exponiendo cada vez más a los profesionales y a los usuarios a las leyes ‘naturales’ del mercado. Esta ideología se ha revelado catastrófica incluso en el mismo ambiente de negocios de donde provino”. Tres años después, en 2012, esta convocatoria había reunido ya 90,000 firmantes. Sobre esa sólida base, El llamado de los llamados lanzó entonces un nuevo documento con el título de Manifiesto - Política de los oficios, que ha circulado con amplitud en Francia y en otros países. (Politique des métiers – Manifeste, Paris, Editions Mille et Une Nuits, 2011, 68 pp.) § El Manifiesto parece escrito para estos tiempos mexicanos. Reproduzco aquí algunos de sus pasajes más significativos: Una nueva barbarie está ya entre nosotros, dentro de los muros de la ciudad. Por nueva barbarie entendemos la de los expertos, de los evaluadores, de los managers que implantan dispositivos de disciplina y de sujeción de todos los asalariados en la empresa privada y en el empleo público, en todos los oficios, aplicando sin distingos los mismos esquemas simplistas de control de todas las actividades, sociales o no, según y conforme las lógicas comercial y financiera. La evaluación es una consigna; o mejor, es un grito de guerra, el grito de la sumisión de todos cuantos todavía no estaban suficientemente sometidos. La crisis financiera, lejos de detener la dinámica de los dispositivos de control de las existencias, la acelera. En nombre de los “sacrificios” que es preciso aceptar, la disciplinarización del trabajo se acentúa y acelera. […] Los evaluadores, ante todo en el terreno de las altas finanzas, no tienen que rendir cuentas a nadie sino que son ellos quienes las exigen a los demás. En este sentido la evaluación es una relación de poder: los evaluados son los gobernados, jamás los verdaderos gobernantes. […] § El documento expone con claridad la lógica implacable y los objetivos duros y verdaderos de estos métodos aplicados al trabajo intelectual: Someter a los profesionales a la única ley de la rentabilidad medida en cifras, incluso si para ello es preciso inventar sustitutos de ganancias en aquellos campos donde la noción de ganancia no tiene sentido alguno (salud, educación, justicia, policía…) es tratar de construir una sociedad homogénea, que funcione en todas sus partes según una lógica única, la lógica de la cosificación generalizada. Es el trayecto más corto para hacer dinero, para convertir todo en dinero, para trasformar en dinero cada cosa. Es querer trasformar a los seres humanos en cosas mensuradas, cuantificadas, clasificadas, estandardizadas. Es convertir a la lógica del mercado en el único modo de pensar posible, la única manera en la cual pueden presentarse los seres humanos y sus actividades pueden aparecer y ser admitidas en el mundo. […] Evaluar sin saber, haciendo funcionar procedimientos automáticos, es el ideal: un formalismo generalizado, automatizado, anónimo, ciego e ininterrumpido. La nueva administración funciona como una máquina social que impone al trabajo vivo someterse a sus imperativos, a sus ritmos, a su presión, con un nuevo agregado: esta maquinaria no se refiere solamente a la sumisión de los músculos y los nervios, el adiestramiento de los cuerpos por procesos mecánicos como en los tiempos de la taylorización, sino que ahora exige la sumisión de las almas a través de procesos de culpabilización. Someterse a la evaluación es someterse completamente, cuerpo y alma. Esto es lo esencial. […] § Las conclusiones del Manifiesto acerca de la perversidad intrínseca de esta política son también implacables: se propone dividir a todos los asalariados, introducir formas de competencia destructoras de la solidaridad en el trabajo y “crear entre ellos situaciones competitivas similares o comparables con las que existen en la esfera estrictamente comercial”: “Para que todo esto funcione”, agrega el documento, “es preciso que los sujetos acepten someterse a un sistema de evaluación que sea al mismo tiempo un sistema de comparación. Deben aceptar entrar en la comparación, en la separación entre excelentes y no-excelentes y, entonces, en el relegamiento o la eliminación de aquellos de los cuales hay que deshacerse”. “La evaluación –concluye- es un medio de descarte de los que se desvían de la norma, de los inconformes, enviados directamente ante el responsable de recursos humanos. La evaluación sirve para deshacerse socialmente de aquellos que, supuestamente, no cumplen con la norma, según un método que es preciso llamar eugenesia económica al servicio de la lógica del mercado”. § El Manifiesto convoca a discutir, idear y crear nuevas formas de organización del trabajo manual e intelectual contra esta nueva barbarie, conforme a la experiencia que en cada país, región y sociedad el trabajo manual e intelectual ha acumulado en el tiempo largo de su historia: “Solo, es difícil combatir en todos estos frentes, y han hecho cuanto han podido para que cada uno de nosotros se sienta solo en la masa anónima. La única respuesta es construir lo “colectivo” y desarrollar todas las formas posible de resistencia a las normas cuando éstas pervierten las finalidades de los oficios y los trasforman en instrumentos de control social. […] A un sujeto colectivo, cualquiera éste pueda ser, corresponde la tarea de construir estas formas de resistencia”. Asegurar la traducción, la impresión, la reproducción y la circulación de este Manifiesto por todos los medios posibles y disponibles, que no son pocos, puede ser un empeño necesario en apoyo de los maestros en resistencia y también de la ardua lucha de los padres y las madres de la Escuela Normal de Ayotzinapa por sus hijos normalistas y futuros maestros, desaparecidos en esta vorágine de barbarie, violencia y mentiras que el poder y el dinero nos imponen. #

jueves, 12 de marzo de 2015

¿Formación como eje central para la inserción en el mercado de trabajo?

Esta entrada es fruto de la lectura de un artículo publicado en un conocido portal de empleo. Lleva por título “Los jóvenes tendrán más oportunidades laborales gracias al relevo generacional. 6 de cada 10 ofertas laborales requerirán estudios superiores en la próxima década”. Se puede resumir su contenido en que, en el futuro, las oportunidades laborales se aglutinarán en aquellas personas con mayor cualificación, especialmente en educación superior. Cuanto mayor preparación, más oportunidades laborales; y a la inversa, cuanto menor preparación, mayores dificultades de acceso al mercado de trabajo. Citan como soporte de sus afirmaciones al estudio La formación y el empleo de los jóvenes españoles, realizado por la Fundación BBVA y el IVIE (Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas). En buena medida, sus conclusiones no distan de la teoría del capital humano, que aduce, grosso modo, que la inversión en formación propicia el crecimiento y el desarrollo económico. Con la formación se aumentan las habilidades de los receptores, se consigue el aumento de la productividad, y por ende, sus salarios. Así, “hay una relación positiva entre formación, productividad e ingresos, y negativa entre la formación y el paro” (Becker, 1974 en Sánchez, 2008). La teoría del capital humano, cuyos máximos exponentes son Mincer, Schulz y Becker, tuvo su desarrollo a finales de los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado y ha permanecido (y permanece) vigente hasta hoy día. Gran parte de las instituciones internacionales muestran una clara tendencia hacia la teoría del capital humano. Esta teoría es una derivada del enfoque de la Escuela de Glasgow (con Smith, Malthus o Ricardo). Como ejemplo, puede acudirse a un texto de referencia dentro de la disciplina económica: La riqueza de las Naciones. Publicado en el 1776, expone el valor de la formación, aunque empleando diferente terminología. Parte de la existencia de diferencias entre un trabajador adiestrado y un trabajador común. El trabajador adiestrado producía más que el trabajador sin formación y, por consiguiente, obtenía mayores ingresos. Ahora bien, hay un salto importante con la teoría del capital humano. Gary S. Becker, en su obra El capital humano, hace gala de intentar superar las carencias que presentaba la vertiente clásica. Este autor diferenciaba varias formas de adquisición de capital humano, como “la escolarización, la formación en el puesto de trabajo, los cuidados médicos, las migraciones y la búsqueda de información sobre precios y rentas” (Becker, 1983:21). Aunque presenta estas cinco variables que conforman el capital humano, por regla general se suele asociar capital humano a formación, lo que da lugar a una visión sesgada de la contribución de Becker. Pese a que la teoría del capital humano sea la más conocida (y la más protegida, como ya se ha dicho), hay otras aportaciones de sumo interés relacionadas con la formación. Entre estos, los marxistas (Bowles, Gintis, Braverman, entre otros) o los institucionalistas en todas sus generaciones. Entre los primeros, puede destacarse a Braverman, cuya opinión se asentaba en que, al socaire de la introducción de la tecnología y de nuevas formas organizativas, lo que se generaba era un proceso de descualificación, esto es, una carencia de exigencias de cualificación (véase Braverman, 1978; Fernández Enguita, 1992:17; García Calavia, 1999: 193-215). Dentro de la corriente marxista (o neomarxista) también sobresale Samuel Bowles. El autor estadounidense reprueba la correlación positiva entre formación – productividad – salarios, pues ésta no se hace patente en determinados casos y fija como ejemplos la pertenencia a una determinada clase social o a una raza (Bowles, 1970:12). Ya en el siglo XXI, Bowles, junto con Hintis y Osborne se reafirman en esta postura y agregan otras dimensiones a ser objeto de consideración como la edad, los años de permanencia en la escuela, la experiencia laboral… (Bowles, Hintis, Osborne, 2001:1137). Otros planteamientos críticos con la teoría del capital humano provienen de los institucionalistas. Atendiendo al enfoque de los mercados de trabajo segmentados aseveran que la estructura del mercado laboral no obedece exclusivamente a diferencias en el nivel de cualificación de las personas, sino que hay otros factores sobre los que reparar. Entre estos distinguen los procesos históricos, el ámbito familiar o el entorno social de los individuos. De hecho, los institucionalistas conceden mayor importancia a la demanda que a la oferta de trabajo, puesto que son las empresas quienes eligen el sistema de producción con base en la demanda de los productos y servicios ofertados en el mercado. Por consiguiente, la formación no es el elemento nuclear. Doeringer y Piore, en los años 70, puede que sean los que mejor representen estas ideas al abordar la segmentación del mercado de trabajo y a los mercados internos (Doeringer y Piore, 1985:27). Otra de las teorías desviadas de la proposición neoclásica del capital humano es la conocida como teoría de cola o “job-competition” (Lester Thurow). Este autor afirma que la productividad no se asocia al nivel de formación del individuo sino al puesto de trabajo. Es en el puesto de trabajo donde el trabajador adquiere las capacidades necesarias para un buen desempeño de sus actividades laborales. Es harto interesante el planteamiento que ofrece. En la época en la que elabora su teoría, los años 70, se estaba produciendo un aumento del nivel educativo de la población. Y al mismo tiempo, lo que se generaba eran “colas de empleo”. Gracias a estas colas de empleo, los empleadores podían conocer las certificaciones de los que buscaban trabajo (Perla Aronson, 2007: 9-26). En palabras de Thurow, “los niveles de educación proporcionan una divisa barata de selección para encontrar individuos con características homogéneas” (Thurow, 1978:115-116). forges También se aparte del paradigma del capital humano el credencialismo, defensor de que los empleos más cotizados se cubren por un “monopolio” de profesionales con un determinado nivel de estudios. Es decir, los empleadores hacen uso del nivel de cualificación como si de un filtro se tratase para la selección de personal al presuponerles una mayor productividad. Quiere decir esto que la posesión de un título académico es una credencial o una señal que sirve al empleador para escoger al trabajador idóneo, “a falta de otra información más profunda” (Kivinen y Ahola, 1999 en Poy Castro, 2010: 158). Realmente, el empleador no sabe de antemano si un trabajador es apto (o no) para un determinado puesto de trabajo. Desconoce si va a ser productivo para su empresa. Por lo tanto, lo que decide es emplear la posesión de un título académico como un tamiz para seleccionar al personal. Para finalizar, la tesis del capital social (destacan Bourdieu, Putnam y Coleman). Ésta advierte de la importancia del conjunto de redes y relaciones sociales como factor concluyente para el acceso a mejores puestos laborales, independientemente de sus características individuales. Esa red de relaciones de las que dispone un individuo se convierte en el eje central que permite que determinadas personas tengan mayores posibilidades de acceso a un puesto de trabajo. enchufismo En función de todas estas teorías acerca de la importancia de la formación para la inserción en el mercado laboral, cabría preguntarse si realmente es tan determinante como la muestran. Desde mi punto de vista, la formación es importante para tener mayores cotas de empleabilidad. Gracias a la formación se dota de competencias útiles en el ámbito profesional y laboral. Sin embargo, no puede reducirse la empleabilidad a tener mayor formación. Los diferentes aportes aquí presentados muestran que hay más dimensiones a las que prestar nuestra atención, sea el sistema productivo del territorio, los tipos de empleo que se oferten y sus propias características, las estrategias de gestión de la mano de obra de los empleadores, la red de relaciones….Todos los planteamientos presentados gozan de validez y un examen de estos puede hacernos recapacitar acerca de qué es lo que determina la contratación (o no) de un trabajador. ¿Sólo la formación o hay más factores sobre los que reflexionar? Nota: Además de la formación como tal, debería plantearse el aspecto competencial. ¿Qué competencias son las que demandan actualmente los empleadores? ¿Son competencias más específicas de una profesión o son competencias transversales? Y, ¿qué tipo de competencias está ofreciendo el sistema formativo? ¿Estas competencias sólo pueden adquirirse por la vía de la educación formal o acaso se descartan los aprendizajes no formales y los informales? Bibliografía BECKER G.S. (1983). El capital humano. Madrid. Alianza Editorial. 2ª Edición. (Título original: BECKER G.S. (1975) Human Capital. A theoretical and Empirical Analysis, with Special Reference to Education. Second Edition. National Bureau of Economic Research. New York. Columbia University Press.). BOWLES, S. (1970): “Towards and Educational Production Function”. Págs. 9-70 en HANSEN W (1970). Education, Income, and Human Capital, National Bureau Economic Research. Massachussets. BOWLES, S., HINTIS, H., OSBORNE, M. (2001): “The determinants of earnings: A behavioral approach”. Journal of Economic Literature. Vol. 39. Nº 4. BRAVERMAN, H. (1978): Trabajo y Capital Monopolista. Nuestro Tiempo, 2ª Ed. México. DOERINGER P.B, PIORE M.J. (1985): Mercados internos de trabajo y Análisis laboral. Madrid. Servicio de Publicaciones Ministerio de Trabajo y Seguridad Social. (Título original: DOERINGER P.B, PIORE M.J (1971): Internal labor markets and manpower analysis. M.Sharpe, Inc. Of Business Park Drive, Armonk, New York). FERNÁNDEZ ENGUITA, M. (1992): Educación, formación y empleo. Fuenlabrada (Madrid). Eudema (Ediciones de la Universidad Complutense S.A). GARCÍA CALAVIA M.A. (1999). “Trabajo y capital monopolista, veinticinco años después: Un texto clásico todavía vigente”. Cuadernos de Relaciones Laborales. Nº 14. Págs. 193-215 PACIANO, J.F. (1997): Manual de Economía de la Educación. Madrid. Ed. Narcea. PERLA ARONSON, P (2007): “El retorno de la teoría del capital humano”. Fundamentos en Humanidades. 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